Sunday, March 26, 2006
Doctrina del Santuario - Lección 4: Cristo el Divino Matemático
Gustavo Krumm / Una Voz Sin Fronteras ( Tue, 3 Jan 2006 21:30:17)
Sunday, February 19, 2006
Doctrina del Santuario - Lección 3: Cristo el Sumo Sacerdote
El tema más importante de la Biblia es Jesús y su plan divino por medio del cual los pecadores pueden ser separados del pecado y dotados de vida eterna. ¡ Qué Salvador más maravilloso! ¡qué amor más sublime! ¡Cuán emocionante es la historia de la salvación revelada en el santuario! En el presente capítulo, descubriremos que Cristo es nuestro Sumo Sacerdote y que, en calidad de Cordero de Dios, derramó su preciosa sangre por nosotros en el Calvario, sangre "sin mancha y sin contaminación" (1Pedro 1: 19). Simbólicamente, Cristo ofrece su propia sangre en el santuario celestial y en virtud de ella puede separarnos de nuestros pecados para luego presentarnos delante de Dios el Padre como sí nunca hubiésemos pecado.Comencemos leyendo un pasaje del Nuevo Testamento: "Pero Cristo ya vino, y ahora él es el sumo sacerdote de los bienes definitivos. El santuario donde él actúa como sacerdote es mejor y más perfecto, y no ha sido hecho por los hombres; es decir, no es de esta creación. Cristo ha entrado en el santuario, ya no para ofrecer la sangre de chivos y becerros, sino su propia sangre - ha entrado una sola vez y para siempre, y ha obtenido para nosotros la salvación eterna" (Hebreos 9:11,12-Versíón Popular "Dios Habla Hoy" Segunda Edición). ¿Habrá algo más emocionante y maravilloso? Esto significa que el cielo puede ser nuestro, ¡Alabado sea el Señor! No tenemos que morir la muerte segunda, y podemos vivir para siempre en paz y seguridad con Jesús. ¿Será posible comprender una redención tan grande? Resulta maravilloso saber que en este mismo momento Jesucristo esta en el santuario celestial compareciendo ante Dios en favor nuestro. No olvidemos el pensamiento de Elena G. de White previamente citado: "La intercesión de Cristo por el hombre en el santuario celestial es tan esencial para el plan de la salvación como lo fue su muerte en la cruz". ¡Gracias a Dios por la cruz! Sin ella, no hubiéramos podido ser salvos. Debiéramos también alabar a Dios por la verdad que se enseña exclusivamente dentro del marco del mensaje Adventista del Séptimo Día, a saber, que los méritos de la cruz pueden ser aplicados individualmente a cada pecador. Esta es una obra tan necesaria como la misma cruz para nuestra salvación.
Considérese detenidamente lo siguiente: "Por tanto, teniendo un gran sumo sacerdote que traspasó los cielos, Jesús el Hijo de Dios, retengamos nuestra profesión" (Hebreos 4:14). Cuando escuchemos la extraña "nueva teología" de Babilonia que se predica hoy desde algunos púlpitos, la cual pregona que la salvación completa y cabal fue obrada en la cruz del Calvario y niega la existencia de un santuario celestial, no hagamos caso porque es una doctrina satánica. Jamás permitamos que semejantes pensamientos pecaminosos crucen nuestra mente. En el plan divino de salvación, la actuación de un sumo sacerdote es indispensable. ¿Porqué es preciso que tengamos un sumo sacerdote? La Biblia nos da la respuesta: "Todo sumo sacerdote está constituido para presentar ofrendas y sacrificios, por lo cual es necesario que también éste tenga algo que ofrecer” (Hebreos 8:3). Nótese que hay dos razones por las cuales se necesita un sumo sacerdote. La primera es que él presenta las ofrendas. La otra es que él presenta los sacrificios. Todos estamos bien familiarizados con el concepto de la ofrenda porque en nuestro ambiente cristiano se dan y se reciben ofrendas para diferentes fines. Pero, ¿qué es un sacrificio y qué fin tiene? Una vez más la Biblia nos da la explicación: "Porque todo sumo sacerdote es escogido de entre los hombres y constituido a favor de los hombres ante Dios, para que presente ofrendas y sacrificios por los pecados..." (Hebreos 5:1). Ya encontramos lo que estábamos buscando, ¡ahora sabemos que el sacrificio es por los pecados! Supongamos que bajo el sistema del santuario del Antiguo Testamento yo hubiese pecado y traído una ofrenda por mi pecado. No puedo llevarla dentro del santuario yo mismo porque sólo el sacerdote puede entrar allí. ¿Por qué? Porque allí mora Dios. Un pecador sería destruido al instante si se atreve a entrar directamente ante la presencia de Dios, así que, para que yo sea aceptado, es necesario que yo busque la manera de introducir mi ofrenda expiatoria dentro del santuario para que sea presentada ante la misma presencia de Dios. De ahí la necesidad de un sacerdote que lo haga por mí. Estos puntos son muy importantes y he aquí la razón: "La correcta comprensión del ministerio del santuario celestial es el fundamento de nuestra fe" (El Evangelismo, pág. 165) Hagamos un repaso de cómo un individuo puede asegurarse del perdón eterno de sus pecados. El hombre trae un cordero como sacrificio por su pecado. Luego coloca sus manos sobre la cabeza del cordero, que es su sustituto, y confiesa sus pecados. De esta manera el pecado es transferido sobre el holocausto, después el hombre degüella la víctima con su propia mano. Hasta aquí ha cumplido su parte, pero en realidad su sacrificio de por sí es insuficiente, le hace falta la intervención de un sacerdote. Nótese bien lo que puede hacer un sacerdote por él, el sacerdote toma parte de la sangre del animal sacrificado y la lleva dentro del santuario, algo que es absolutamente necesario para obrar la justificación del pecador. Si hemos de recibir el perdón, y ser justificados y redimidos, es preciso que entendamos claramente lo que hace el sacerdote con la sangre, "Ahora bien, el punto principal de lo que venimos diciendo es que tenemos tal sumo sacerdote, el cual se sentó a la diestra del trono de la Majestad en los cielos. Él es ministro del santuario y de aquel verdadero tabernáculo que levantó el Señor y no el hombre. Todo sumo sacerdote está constituido para presentar ofrendas y sacrificios, por lo cual es necesario que también éste tenga algo que ofrecer" (Hebreos 8: 1-3). En el capítulo anterior, descubrimos que Cristo está representado por el cordero, el cual el hombre necesita presentar como sacrificio en su favor. Las Sagradas Escrituras también enseñan que es de igual importancia que el sacerdote tenga algo que presentar ante Dios, ¡El hecho es que Cristo es el sacerdote y el holocausto a la misma vez! Ahora bien, para ayudarnos a entender esta gran verdad, el autor de la Epístola a los Hebreos continúa explicando: "Así que, si estuviera en la tierra, ni siquiera sería sacerdote, habiendo aún sacerdotes que presentan las ofrendas según la Ley" (Hebreos 8: 4). Estas palabras fueron escritas mientras el templo de los judíos estaba todavía en pie en Jerusalén y los sacerdotes diariamente cumplían sus funciones en él. El sentido de estas palabras es que dado que Jesús está en el cielo, él es ahora el ministro o sacerdote del santuario celestial. Prestemos atención a las palabras que siguen: "Estos sirven a lo que es figura y sombra de las cosas celestiales... " (Hebreos 8:5). ¡Está tan claro! El vocablo "sombra" significa que la obra del sacerdote sobre la tierra era un bosquejo oscuro de las funciones de nuestro gran Sumo Sacerdote en el santuario celestial. Permítaseme ilustrar este punto. En un tiempo yo fui consejero en un campamento de verano para jóvenes. Había allí un niño problemático que yo tenía bajo mi cuidado. Durante el período de descanso, se esperaba que cada niño se acostara en su catre y durmiera una siesta, pero esta criatura decidió más bien escurrirse de su catre para hacer de las suyas. Se salió y se escondió detrás de un edificio seguro de que yo no podía verlo. Sin embargo, él no tomó en cuenta su sombra. A mí se me hacía posible observar todas sus movidas sólo fijándome en su sombra. Asimismo, cuando nosotros estudiamos lo que pasaba dentro del santuario terrenal, llegamos a entender la importancia de lo que Cristo está haciendo por nosotros ahora en el santuario celestial. Por favor, sed pacientes conmigo mientras vuelvo a repasar el asunto para mayor claridad. En Levítico 4, versículos 32 y 33, vemos que el pecador trae un cordero al tabernáculo para ofrecerlo como expiación por sus pecados. Luego, posa sus manos sobre la cabeza del cordero, transfiriendo así su pecado sobre el animal. Después, degüella la víctima. El pecador no puede hacer más nada. Le toca ahora al sacerdote hacerse cargo de las funciones en favor del hombre. ¿Qué es lo que hace el sacerdote? Lleva la sangre del sustituto dentro del santuario en una de dos formas. O se come la porción que le pertenecía de la ofrenda por el pecado y la lleva al interior del santuario ya ingerida en su cuerpo, o solamente lleva parte de la sangre del animal directamente allá, tal como se describe en el relato de la sangre del becerro: "Después el sacerdote ungido tomará parte de la sangre del becerro y la traerá al Tabernáculo de reunión" (Levítico 4:5). ¿ Qué hace ahora el sacerdote con la sangre que introduce en el santuario? "Mojará el sacerdote su dedo en la sangre, y rociará con aquella sangre siete veces delante de Jehová frente al velo del santuario. El sacerdote pondrá de esa sangre sobre los cuernos del altar del incienso aromático, que está en el Tabernáculo de reunión" (Levítico 4:6,7). Dios dio instrucciones exactas concernientes al deber de los sacerdotes, y sólo el sacerdote podía cumplir estas funciones, de la misma manera que ahora sólo Jesucristo, nuestro Sumo Sacerdote, quien se encuentra presentemente en el santuario celestial, puede llevar a cabo esa obra en nuestro favor. Pero los israelitas tenían un papel que desempeñar en colaboración con su sumo sacerdote. Debían no solamente arrepentirse, sino también indemnizar a las personas perjudicadas, tal como se registra en Levítico 6:1- 7: "Habló Jehová a Moisés y le dijo: Si alguien peca y comete fraude contra Jehová, por haber negado a su prójimo lo encomendado o dejado en su mano, o bien por haber robado o despojado a su prójimo, o por haber hallado lo perdido y negarlo después, o por jurar en falso en alguna de aquellas cosas en que suele pecar el hombre; entonces, si ha pecado y ofendido, restituirá aquello que robó, o el daño del despojo, o el depósito que se le encomendó, o lo perdido que halló, o todo aquello sobre lo que hubiera jurado falsamente, lo restituirá por entero a aquel a quien pertenece, y añadirá a ello la quinta parte en el día de su expiación. Para la expiación de su culpa llevará a Jehová un carnero sin defecto de los rebaños, conforme a tu estimación, y lo dará al sacerdote para la expiación. El sacerdote hará expiación por él delante de Jehová, y obtendrá el perdón de cualquiera de aquellas cosas en que suele ofender". El mismo principio se aplica hoy día. Primero, vamos a nuestro Sumo Sacerdote celestial y él "dará el Espíritu Santo para inducir al arrepentimiento con Dios " (Mensajes Selectos, Tomo 3, pág. 461). Hemos de compensar a las personas perjudicadas, demostrando así el deseo no sólo de ser perdonados sino también de abandonar nuestros pecados. En otras palabras, debemos entregarle a Jesús, nuestro Sustituto, todos nuestros pecados. Escuchad las palabras de Cristo en Mateo 5:23 y 24: "Por tanto, si traes tu ofrenda al altar y allí te acuerdas de que tu hermano tiene algo contra ti, deja allí tu ofrenda delante del altar y ve, reconcíliate primero con tu hermano, y entonces vuelve y presenta tu ofrenda". Una vez que el pecador ha cumplido el deber que le toca, el sacerdote queda libre para aplicar la sangre en su favor y expiar con ella su pecado. Surge la pregunta: ¿Qué representa la sangre? Prestad oído, consideradlo detenidamente, memorizadlo, y no lo olvidéis nunca. La palabra inspirada de Dios nos dice: "...porque la vida de la carne en la sangre está, y yo os la he dado para hacer expiación sobre el altar por vuestras almas, pues la misma sangre es la que hace expiación por la persona" (Levítico 17: 1 l). Esto es de suma importancia. La sangre representa la vida. Por lo tanto, la sangre de Cristo representa su vida . Ahora, detente y razona un poco. ¿ No está tu propia vida en tu sangre? Por ejemplo, si da la casualidad que te cortas la vena yugular y no haces caso, rápidamente sangrarías hasta morir y es por eso que cuando nos vemos envueltos en un accidente serio que nos ocasiona una gran pérdida de sangre, como por ejemplo la laceración de una extremidad, prontamente se nos aplica un torniquete para detener el flujo de sangre. ¿ Por qué? Para evitar la muerte. La sangre que vertió Cristo en el Calvario era su propia vida. Respecto a esto el profeta escribió que Cristo puso su vida en expiación por el pecado (Isaías 53: 10). Él "derramó su vida hasta la muerte y fue contado con los pecadores, habiendo él llevado el pecado de muchos y orado por los transgresores"(vers. 12). Volvamos ahora a Levítico 4:6, que dice: "Mojará el sacerdote su dedo en la sangre, y rociará con aquella sangre siete veces delante de Jehová frente al velo del santuario ". ¿Os habéis dado cuenta de que el sacerdote ponía de esa sangre sobre los cuernos del altar, frente al velo? (Véase también Levítico 4: 7), ¿Qué significaba esto? Bueno, entrad conmigo en el santuario y veréis que el velo cuelga frente al Arca que contiene las tablas de la Ley de Dios o los Diez Mandamientos, que fueron escritos por el propio dedo de Dios sobre dos tablas de piedra, y justamente encima del Arca está el propiciatorio, el cual es una representación del trono de Dios, lugar donde podemos alcanzar misericordia y hallar gracia por intermedio del ministerio de Cristo, nuestro Sumo Sacerdote. Pensad detenidamente en esto. Toda persona será juzgada por la Ley que es la norma del carácter. Todos hemos violado la Ley cometiendo pecado, de modo que estamos condenados a muerte. "Por tanto, como el pecado entró en el mundo por un hombre y por el pecado la muerte, así la muerte pasó a todos los hombres, por cuanto todos pecaron" (Romanos 5: 12). ¡Pero un momento, por favor! La realidad es que yo no tengo que morir, ni tú tampoco. La gran verdad es que Dios no quiere que ninguno de nosotros perezca. Por tanto, ¿cómo podemos ser salvos? Alguien tuvo que morir por nosotros y ese alguien fue el Hijo de Dios. Jesús vino al mundo para vivir bajo la Ley de Dios, en nuestra carne, sin cometer ni un sólo pecado. De modo que al ir a la cruz, ofreció una vida inmaculada sobre el madero como sustituto en nuestro favor y es por esta razón que le es posible a Cristo presentar su sangre en nuestro favor en el santuario celestial donde se encuentra ahora. "Pero Cristo ya vino, y ahora él es el sumo sacerdote de los bienes definitivos... Cristo ha entrado en el santuario... y ha obtenido para nosotros la vida eterna" (Hebreos 9: 11, 12. Versión Popular "Dios habla hoy", Segunda Edición). Sí, la Ley exige que yo muera, pero Jesús, nuestro gran Sumo Sacerdote, en virtud de su propia sangre, está presente ante esa misma Ley, frente al trono de Dios, representándote a ti y a mi, que somos pecadores. Él pagó el precio máximo en el Calvario ofreciendo su vida perfecta ante el Padre en beneficio nuestro. Y está dispuesto a hacerlo por ti y por mi en este mismo momento, si se lo pedimos. Me encanta cómo describe Charles Wesley la escena del sacrificio de Jesús quien, como nuestro Sumo Sacerdote, presenta su sangre ante el Padre por amor a nosotros: "Despierta, alma mía, y abandona de la culpa el terror, que su sangre preciosa por ti dio el Salvador. En sus manos laceradas te lleva esculpida, manos que te aseguran la sempiterna vida. Para siempre en el cielo intercede por mí; por mí abogan su amor y su sangre carmesí; que por todos nosotros fue derramada, y sobre el propiciatorio fue rociada. Cinco heridas en el Calvario recibidas son del Redentor plegarias bien sentidas. "¡ Perdónalo ! ¡Perdónalo!” -es su clamor incesante-; "No dejes que perezca el contrito suplicante ". Alabemos a Dios porque nos ha provisto a Jesús como Sumo Sacerdote para interceder ante él en beneficio nuestro. Hago una pregunta de carácter personal: ¿Has temblado de miedo alguna vez al pensar que algún día deberás presentarte ante el trono de Dios para ser juzgado ? Escucha: "La obra de cada uno pasa bajo la mirada de Dios, y es registrada e imputada ya como señal de fidelidad o de infidelidad. Frente a cada nombre, en los libros del cielo, aparecen, con terrible exactitud, cada mala palabra, cada acto egoísta, cada deber descuidado, y cada pecado secreto, con todas las tretas arteras. Las admoniciones o reconvenciones divinas despreciadas, los momentos perdidos, las oportunidades desperdiciadas, la influencia ejercida para bien o para mal, con sus abarcantes resultados, todo fue registrado por el ángel anotador. "La Ley de Dios es la regla por la cual los caracteres y las vidas de los hombres serán probados en el juicio. Salomón dice: 'Teme a Dios, y guarda sus mandamientos; porque esto es el todo del hombre. Pues Dios traerá toda obra a juicio'(Eclesiastés 12: 13, 14) ". El conflicto de los siglos, pág. 535, 536. Pregunto una vez más: ¿ Te perturba el pensar que algún día debes comparecer ante el tribunas divino? Si estás bien con Dios, no tienes nada que temer, Tu Sumo Sacerdote, el Señor Jesucristo, te representa ante el Padre. ¡Esto es algo maravilloso! ¿ Quién podrá representarte mejor que Jesucristo, el Hijo de Dios ? Él conoce al Padre. Permíteme hacerte una pregunta más: ¿ Has hecho posible que Jesús, tu Sumo Sacerdote, comparezca ante el Padre en tu lugar? Reconoces que eres pecador porque la Biblia así lo declara. Y tu caso es desesperado. Te voy a sugerir lo que debes hacer, visita el Calvario en alas de la imaginación y contempla a Jesús sobre la cruz entregando su vida por ti. Luego, síguelo por fe cuando él resucita de los muertos y asciende al cielo. Síguelo hasta el interior del santuario celestial, ante la misma presencia de Dios. Contémplalo ofreciendo su propia sangre por ti. Escucha con fe mientras Cristo presenta tu nombre ante Dios el Padre. Sí así lo haces, tu corazón rebosará de un sentido de seguridad. Sí estás bien con Dios, nunca, pero nunca tendrás que temer el juicio venidero. Cristo "puede también salvar perpetuamente a los que por él se acercan a Dios, viviendo siempre para interceder por ellos” (Hebreos 7: 25). Ahora puedes comprender cómo Jesucristo te puede presentar sin mancha ante el trono de la gracia. Permítaseme hacer otra pregunta: ¿ Qué clase de sangre es la que se rocía ante la presencia de Dios en el santuario? Es la sangre del divino portador de pecado. Esto es de suma importancia y es algo que debemos entender perfectamente. La vida está en la sangre. Permítaseme ilustrar esto de una manera personal. Si yo me he arrepentido de todo pecado conocido, entonces todos mis pecados han sido cargados sobre Cristo, mí Sustituto. Su sangre lleva mis pecados. Ante el trono del Padre, Cristo figurativamente rocía su sangre sobre el altar, y de esa manera transfiere sobre éste mis pecados. ¡Ahora sí que estáis capacitados para escuchar una verdad estupenda! Que ya no queda en mí ningún pecado conocido. Mis pecados han sido transferidos al santuario. Mis pecados me han sido quitados, ¡Qué pensamiento más sublime! ¡Qué verdad más maravillosa! ¿ Has tú transferido tu pecado sobre el Cordero de Dios para que él en cambio los transfiera al santuario celestial? Muy pocos cristianos realmente entienden que mediante el ministerio de Cristo en el santuario celestial se ha hecho una separación entre ellos y sus pecados. Se nos ha dado la siguiente promesa: "Si confesamos nuestros pecados, él es fiel y justo para perdonar nuestros pecados y limpiarnos de toda maldad" (1 Juan 1:9). Y, mí estimado amigo, ser lavado de toda maldad significa quedar separados de nuestros pecados. "Bienaventurado aquel cuya transgresión ha sido perdonada y cubierto su pecado" (Salmo 32:1). Demos gracias a Dios que en el santuario celestial la preciosa sangre de Jesús cubre nuestros pecados. Pero no olvides: Tú no puedes transferir tus pecados y a la vez retenerlos. Piénsalo bien. Si eres dueño de una propiedad y la traspasas a otra persona, firmando una escritura de traspaso la cual notarizas y luego registras, ¿ sigue siendo tuya? ¡Claro que no! En ese caso pertenece a otra persona. No es posible que cargues tus pecados sobre el Señor Jesucristo y los retengas a la misma vez. Hay demasiados cristianos profesos que por alguna razón nunca parecen tener la seguridad de que el Señor ha quitado el pecado de sus vidas y los ha perdonado del todo. Han malentendido el asunto completamente. El pecador tiene que llegar al punto en su vida de aceptar como realidad que Jesús en verdad ha perdonado sus pecados. Además, debe creer que algún día hasta el registro de sus pecados será borrado, tachado para siempre en la obra de expiación final. (Véase Hechos 3 :19). ¡Alabado sea Dios!
Gustavo Krumm / Una Voz Sin Fronteras ( Mon, 2 Jan 2006 21:55:06)
Friday, January 27, 2006
Salas de chat especialmente para la edificación del remanente del séptimo día
El objetivo del SDR VOICE es de dar una voz a este Movimiento del último día, establecer a nuestra gente en la Fe una vez entregada a los santos, y tender la mano a todo aquel que ha abrazado la verdad presente de Revelación 14 y 18. Considere esta sitio web como su foro para ser usado en la expresión de sus pensamientos; dirección de sus preguntas; el cuidado de la información sobre el trabajo de colegas hermanos y hermanas en el mundo entero, así como el progreso del avance de este Movimiento Final de Dios en exaltación y glorificación de Cristo en todas partes de la tierra. Seventh Day Remnant Voice. El servicio de Chat en español esta disponible todos los días. SDR voice tiene reuniones especiales en las Asambleas del Santo Sábado y viernes de tarde.
Thursday, January 19, 2006
Doctrina del santuario: Lección 2: Cristo es el cordero de Dios
En segundo lugar, era necesario que el pecador transfiriese su pecado sobre el holocausto. Nótese el versículo 29: "Pondrá su mano sobre la cabeza de la ofrenda de expiación... ". Entiéndase que la imposición de las manos sobre la cabeza del animal significaba la confesión y la transferencia del pecado sobre el animal que era el sustituto del pecador.
Luego viene el tercer paso: después de haberse transferido el pecado sobre el holocausto, la víctima debe sacrificarse. ¿Por qué? Porque la paga del pecado es muerte. La Ley de Dios, quebrantada por el hombre, exige la pena de muerte. "Pondrá su mano sobre la cabeza de la ofrenda de expiación... " Después añade la Escritura, "y la degollará en el lugar del holocausto... " (Levítico 4:20). Este era el método empleado por Dios para enseñar a la humanidad que había una vía de escape del pecado; a saber, que un Sustituto, el Cordero de Dios, moriría por nuestros pecados. Pero no olvidemos que era la propia mano del pecador la que siempre degollaba el holocausto de expiación. Es preciso que todo pecador entienda esta gran verdad para que pueda vencer el pecado en su vida. ¡ La paga del pecado es la muerte ! Por cuanto Cristo es nuestro Sustituto, es menester que comprendamos que nuestros pecados fueron la causa de su muerte. Cuando nos demos cuenta de la enormidad del costo del pecado, determinaremos vencer el pecado con un odio semejante al que siente Dios por él. Solamente entonces estaremos preparados para vivir en un mundo donde no habrá más pecado. Es sumamente triste que tan pocas personas parecen captar esta lección. Hemos visto que las ofrendas de holocaustos fueron ordenadas por Dios para enseñarle a todo pecador deseoso de perdón que debe reconocer su pecado, arrepentirse de él, y traerlo a los pies de Cristo, pidiéndole que se lo quite. Es preciso que reconozca su parte en la crucifixión de Cristo y que se dé cuenta de que el pecado acarrea la muerte. Ha de aceptar a Cristo por fe y depender de su divino poder, el cual le infundirá odio por el pecado y lo capacitará para dejar de pecar. Entonces experimentará el gozo de la redención. Este plan divino basado en sacrificios tiene un propósito mayor que el de la salvación de la humanidad. Cristo vino al mundo a morir, no sólo para salvar al hombre y rescatar al mundo, sino también para vindicar el carácter de Dios ante el universo. ¿Por qué? Porque el gran conflicto entre el bien y el mal se inició en el cielo cuando el enemigo de las almas se opuso a la Ley de Dios, lo cual fue causa de una gran batalla: "Y fue lanzado fuera el gran dragón, la serpiente antigua, que se llama Diablo y Satanás, el cual engaña al mundo entero. Fue arrojado a la tierra y sus ángeles fueron arrojados con él" (Apocalipsis 12: 7, 8). Todos los habitantes del vasto universo de Dios estaban interesados en los resultados del sacrificio expiatorio de Cristo porque éste determinaría quién ganaría la victoria, él o Satanás. Es por esta razón que el Salvador contemplaba de antemano su crucifixión y decía: "Ahora es el juicio de este mundo; ahora el príncipe de este mundo será echado fuera. Y yo, cuando sea levantado de la tierra, a todos atraeré a mi mismo" (Juan 12:31). Fue de este modo que la muerte de Cristo en el Calvario no sólo le hizo posible al hombre el perdón, poniendo el cielo a su alcance, sino que también vindicó a Dios ante todo el universo no caído. Su sacrificio afirmó la Ley de Dios para siempre y demostró que el pecado es muerte. Cuando Adán y Eva aceptaron la propuesta de Satanás , éste declaró que el mundo era suyo porque ellos lo habían escogido a él como su soberano. El diablo no creía posible que Dios perdonase a la humanidad. No obstante, Dios en su gran amor ya había ideado el plan de entregar a su Hijo unigénito para sufrir el castigo de muerte por nuestros pecados. De este modo el Cordero de Dios se convirtió en la vía de escape para la humanidad. La misma tierra de la cual Satanás se creía dueño se convirtió en el escenario dentro del cual Dios escogió redimir a la humanidad y vindicarse ante el universo entero. Este es el significado de las palabras de Cristo sobre la cruz: "¡Consumado es!" (Juan 19:30). En ocasión de su muerte, hubo un fuerte grito de triunfo en el cielo que repercutió a través de todos los mundos habitados del universo. La contienda quedó decidida una vez que Jesús hubo ganado la victoria. Satanás quedó expuesto como mentiroso y homicida. Cristo, en carne humana, demostró que el hombre es capaz de guardar la Ley de Dios. No es de extrañarse que el momento de mayor emoción para el universo haya sido el triunfo de Cristo sobre Satanás obtenido al morir en la cruz del Calvario. Y algún día, más pronto de lo que nos imaginamos, Jesús volverá a esta tierra otra vez y pondrá punto final a la controversia entre él y Satanás. ¿Estás tu listo para la mejor aventura de tu vida? ¿Estás preparado para vivir con Cristo en el cielo, donde el pecado ya no existirá más; ni habrá más muerte, y donde cada instante estará repleto de gozo, paz y felicidad? ¿Estás preparado para experimentar una vida sin pecado por toda la eternidad? Si es así, es preciso que ganes la victoria sobre el pecado aquí y ahora, tal como se enseña en el sistema del santuario instituido por el mismo Dios. Hace algún tiempo, los periódicos reportaron la historia de una niñita que había estado jugando en el garaje de su casa donde había lo que a ella le pareció ser una botella de soda. Tenía la apariencia exacta de una de las botellas que contenía la clase de bebida que su madre guardaba en el refrigerador y que le servía de vez en cuando. Tomó la botella y se bebió todo el contenido. El sabor del líquido no era lo que ella esperaba, pero en su mente de niña se imaginó que era una especie de bebida nueva. Pronto empezó a padecer un terrible dolor de estómago. Acudió a su madre y se quejó. Su madre la llevo de prisa al hospital para que la atendieran, pero ya era demasiado tarde. La pobre niñita pagó con su vida. La sustancia que había en la botella no era una bebida gaseosa. ¡Era un herbicida sumamente venenoso! El pecado es algo así como un herbicida. Tal parece que muchos de nosotros no nos damos cuenta de que ya hemos sido envenenados por el pecado y que su veneno es mortífero, pero Dios tiene el antídoto a la mano. "Y en ningún otro hay salvación, porque no hay otro nombre bajo el cielo, dado a los hombres, en que podamos ser salvos" (Hechos 4: 12). Nunca olvidemos que Dios ha provisto una vía de escape. Y esa vía mis amados amigos, es el Señor Jesucristo, el Cordero. Él está dispuesto a ayudarte en este mismo momento. Nos dice: "Yo estoy a la puerta y llamo; si alguno oye mi voz y abre la puerta, entraré a él y cenaré con él y él conmigo" (Apocalipsis 3:20). Cristo, el Cordero está llamando a la puerta de tu corazón. Ansía entrar. ¿Le permitirás ser tu Cordero para que quite todo pecado de tu vida?
Gustavo Krumm / Una Voz Sin Fronteras (Sun, 1 Jan 2006 15:24:50)
Doctrina del santuario: Lección 1 - Cristo es el camino
Comencemos proclamando una buena noticia: ¡Dios te ama! Te ama de tal manera que desea llevarte a vivir con él. A menudo, cuando nos vemos con amigos que queremos de veras, nos da gusto decir. "¿ Y porqué no vienen a quedarse con nosotros un par de días? Tenemos una habitación disponible para ustedes. Vengan a quedarse una semana o más si desean". Sin embargo, esto no significa lo mismo que si les dijéramos, "¿Por qué no se vienen a vivir con nosotros?" Este es un pedido de carácter permanente. Es por eso que el Señor Jesucristo pronunció las siguientes palabras en Juan 14: 1-3: "No se turbe vuestro corazón; creéis en Dios, creed también en mí. En la casa de mi Padre muchas moradas hay; si así no fuera, yo os lo hubiera dicho; voy, pues, a preparar lugar para vosotros. Y si me voy y os preparo lugar, vendré otra vez y os tomaré a mí mismo, para que donde yo esté vosotros también estéis". Dios nos ama tanto que anhela el día en que nosotros podamos vivir con él eternamente. Esto nos lleva a la primera pregunta importante: ¿Porqué no estamos ya en el cielo? ¿Porqué es que Cristo no ha regresado ya tal como lo prometió? ¿Será un problema de distancia? Yo no lo creo así porque es un hecho que Cristo ha visitado esta tierra numerosas veces. Recordaréis que él pasó siete días aquí durante la semana de la creación y que frecuentemente visitaba a Adán y Eva en el Huerto de Edén. De hecho, él solía salir a caminar con Enoc. Visitó al antiguo patriarca Abraham y comió con él en su tienda. Habló con Moisés sobre el Monte Sinaí. Y durante años habitó en una columna de nube que se detenía sobre la entrada del Tabernáculo en el desierto. Leemos cómo Jesús vino al mundo en la forma de un bebé nacido en Belén y vivió entre la humanidad por espacio de treinta y un años. De manera que las Sagradas Escrituras establecen claramente que Cristo ha estado aquí numerosas veces. ¡ La distancia no constituye un obstáculo para él! Enfoquemos el asunto de otra manera. ¿Será tal vez un problema de tiempo? Puede ser que todavía no sea el tiempo propio para el regreso de Jesús. Pero esto es imposible debido a que casi todas las señales de los eventos finales anunciadas por él ya se han cumplido, o están en proceso de cumplirse ante nuestros propios ojos. Los escépticos, ateos y políticos todos están de acuerdo que algo portentoso está a punto de suceder. ¿ Cuál pues será el problema? ¿Porqué no ha venido Cristo? Yo creo que puedo expresar la razón en estas palabras breves y sencillas: ¡Dios encara un gran problema! ¿Cómo ha de salvar al pecador sin salvar su pecado? ¿ Cómo ha de destruir el pecado sin destruir a los pecadores? En términos bien francos, ¿cómo ha de eliminar el pecado sin eliminarte a ti y a mí? ¿ Cómo ha de llevarnos al cielo sin transportar también nuestra miasma de pecado? Eso propagaría la muerte por todo el universo. Sin duda alguna, Dios encara un problema de lo más serio. Ahora bien, algunos teólogos alegan tener la respuesta al problema que Dios encara. Son semejantes a aquellos padres consentidores que piensan que sus hijos por su cuenta se apartarán de sus malos caminos al hacerse adultos, y sostienen que todo lo que es preciso hacer es manifestarles bastante amor. No obstante, la experiencia nos demuestra que ellos están totalmente equivocados. De igual manera, existen algunos teólogos consentidores que enseñan que sí sólo se predica suficientemente el amor, la gente creerá en Dios y aceptará la salvación. Al fin y al cabo -razonan ellos- Dios sobreabunda en misericordia, gracia y perdón y no le exige a nadie una obediencia estricta. Dichos teólogos aseveran que Cristo le otorgó una salvación incondicional en la cruz a toda la humanidad y que todo lo que tiene que hacer el ser humano es solamente "creer". Dicen que el pecador no debe preocuparse sí sigue en el pecado y que, al fin y al cabo, el ser humano nació para pecar y le es imposible dejar de pecar en esta vida. Algunos hasta enseñan que cuando Jesús regrese por segunda vez implantará al instante en todo pecador un nuevo corazón o mente para que jamás vuelvan a pecar. De esta manera quedará solucionado el problema del pecado. ¡No creáis tal cosa! Dicha enseñanza es un invento del mismo diablo. La sierva del Señor ha escrito: "La religión liviana que hace del pecado algo de poca gravedad y que constantemente se detiene en el amor de Dios hacia el pecador, anima a éste a creer que Dios lo salvará mientras continúa en el pecado, sabiendo que es pecado. Esta es la forma en que muchos proceden mientras profesan creer la verdad presente. La verdad está separada de sus vidas, y esa es la razón por la cual no tienen más poder para convencer y convertir el alma". Mensajes Selectos, Tomo 3, pág. 175. Pensemos esto bien. Si fuera verdad que al venir por segunda vez Cristo obra el singular milagro de cambiar la mente y el carácter de pecado a santidad en un instante, entonces los ateos tendrían razón en culpar a Dios por todos los males que existen en este mundo. ¿Acaso no era capaz Dios, aun desde la época de Adán, de hacer inmediatamente impecables a sus seguidores que creían en él? No os dejéis engañar por estas falsas enseñanzas de la nueva teología. Definitivamente, Dios tiene una manera de solucionar el problema del pecado y es la de salvar a su pueblo de sus pecados y no en sus pecados. Esto está ampliamente demostrado en los servicios del santuario mediante el rito del derramamiento de la sangre de un cordero sin mancha. Recordemos que Jesús dijo, "Yo soy el camino, la verdad y la vida"(Juan 94:6). Y si nosotros le seguimos al santuario donde él lleva a cabo su ministerio hoy, entenderemos bien su método. Esto es verdaderamente una buena noticia porque Jesús puede resolver el problema del pecado, haciendo posible la vida eterna a todo pecador que acepte el sacrificio de Cristo y siga su método de apartar de nosotros el pecado. ¡Alabado sea Dios! "Dios, santo es tu camino"(Salmo 77: 13). Veamos ahora algunos pasajes de las Sagradas Escrituras que nos revelan que existe hoy día un santuario en el cielo y que en los tiempos del Antiguo Testamento había un santuario en la tierra. Leamos primero Hebreos 8: 1 y 2. Nótese que es un pasaje que se refiere al santuario celestial. ". . tenemos tal sumo sacerdote, el cual se sentó a la diestra del trono de la Majestad en los cielos: Él es ministro del santuario y de aquel verdadero tabernáculo que levantó el Señor y no el hombre". Pasemos ahora a Hebreos 9: 1 y 2 donde leemos acerca del santuario terrenal: "Ahora bien, aun el primer pacto tenía ordenanzas de culto y un santuario terrenal, pues el Tabernáculo estaba dispuesto así... " Hemos, pues, descubierto que el Nuevo Testamento declara que hay un santuario en el cielo, y que también existió un santuario terrenal. Por lo tanto, pasemos al Antiguo Testamento y leamos acerca del santuario que había en la tierra. En Éxodo 25:8 el Señor declaró: “Me erigirán un santuario, y habitaré en medio de ellos". Por medio de símbolos, el santuario terrenal nos enseña cómo es que Dios resuelve el problema del pecado desde su santuario celestial. Esto nos capacita para entender cómo es que Dios hace la separación entre el pecado y el pecador, que es precisamente la obra que se efectúa allí. De hecho, el santuario terrenal consistía de tres partes: el atrio exterior, el lugar santo y el lugar santísimo. En cada una de estos sitios se llevaba a cabo un servicio por separado, uno en el atrio exterior, uno en el lugar santo, y uno dentro del lugar santísimo. Estudiaremos cada uno de estos tres servicios para que entendamos cómo cooperar con Cristo mientras él se dedica a resolver nuestro problema de pecado. Cuando Cristo finalmente haya separado el pecado de nosotros, podremos con el tiempo reunirnos con nuestro Salvador en el cielo y vivir con él donde no habrá más pecado.
Yo sé que todos nosotros anhelamos estar con nuestro Salvador en el cielo. Pero, ¿cómo se logrará esto? El acto final que determina la separación entre el pecado y el pecador no se llevó a cabo sobre la cruz, como lo enseñan y lo creen muchas personas. Este acto final de expiación del pecado se realiza más bien dentro del lugar santísimo del santuario celestial. Por esta razón leemos en El conflicto de los siglos, pág. 543 : "La intercesión de Cristo por el hombre en el santuario celestial es tan esencial para el plan de la salvación como lo fue su muerte en la cruz. Con su muerte dio principio a aquella obra para cuya conclusión ascendió al cielo después de su resurrección ". El asunto no puede ser explicado con mayor claridad. Se está llevando a cabo ahora mismo en el santuario celestial una obra que es esencial para la expiación final de nuestros pecados. El sacrificio de la cruz no obró la separación entre el pecado y el pecador individual, sino que hizo una "provisión" mediante la cual Cristo paga el precio del pecado de todo aquel que se aprovecha de ella. Así que, la resolución determinante o eterna del pecado que se lleva a cabo en el segundo departamento del santuario no se podrá lograr sino hasta cuando se haya completado la obra del primero. De la misma manera, la obra del primer departamento no puede realizarse hasta después de haber sido ofrecido el sacrificio sobre el altar del atrio exterior. Por lo tanto, es de suma importancia recordar que estos tres pasos distintos son necesarios para obrar una separación eterna entre el pecado y el pecador. Cuando Dios le dio instrucciones a Moisés para la construcción del santuario terrenal, le ordenó: "Conforme a todo lo que yo te muestre, así haréis el diseño del Tabernáculo..." ; Éxodo 25:9. Sin embargo, hubo una excepción. En lo que a escribir la Ley se refería, Dios dijo, en efecto, "Moisés, esto es algo que me toca a mí". Fijémonos bien en las palabras de Dios en Éxodo 31: 18: "Y dio a Moisés, cuando acabó de hablar con él en el monte Sinaí, dos tablas del Testimonio, tablas de piedra escritas por el dedo de Dios". Todo el mobiliario y los accesorios del santuario terrenal eran de hechura humana, excepto los Diez Mandamientos. Estos fueron grabados en piedra por el dedo inmortal del Dios Todopoderoso. La importancia de este acto quedó subrayada cuando Moisés quebró las tablas de piedra en demostración de su desagrado por la idolatría de Israel. Dios no dijo, "Moisés hazte otra copia y colócala dentro del Arca ". ¡No! Dios dijo, "Lábrate dos tablas de piedra como las primeras, y sube hasta mi al monte. Hazte también un arca de madera. Yo escribiré en esas tablas las palabras que estaban en las primeras tablas que quebraste, y tú las pondrás en el Arca" (Deuteronomio 10: 1, 2). Fue Dios quien escribió la Ley por segunda vez con su dedo divino. Por lo tanto, los Diez Mandamientos se destacan por encima del resto de la Biblia debido a que fue Dios mismo quien los escribió.
Los sesenta y seis libros que componen la Palabra de Dios fueron escritos por hombres que estaban bajo la inspiración del Espíritu Santo, pero los Diez Mandamientos fueron escritos directamente por el mismo Dios. ¿Por qué? Porque Dios no quería que ninguna influencia humana deformara su divina Ley. Los Diez Mandamientos son una copia de la Ley del cielo la cual es un trasunto del carácter santo de Dios. Por eso, al leerlos, estamos frente a un gran documento original: la Ley de Dios la cual está seguramente guardada en el seno del santuario celestial. Recordemos que unos sesenta años después de Cristo haber sido crucificado y de haber resucitado y ascendido al cielo, Dios le reveló el santuario celestial a Juan en visión. ¿Y qué fue lo que vio? Declara Juan: "El templo de Dios fue abierto en el cielo, y el Arca de su pacto se dejó ver en el templo" (Apocalipsis 11: 19). Después de la cruz, hemos de fijar la vista en el santuario celestial en el cual está la Ley de Dios. ¿Por qué razón? Porque Dios quiere que los que estamos viviendo en estos últimos días sepamos que hay una buena y una mala manera de vivir. Se nos ha dicho, "... por medio de la Ley es el conocimiento del pecado" (Romanos 3:20). En una traducción inglesa, la de Phillips, este pasaje se expresa más o menos así: "Es el filo recto de la Ley lo que nos demuestra cuán torcidos estamos". La Ley es realmente un trasunto del carácter de Dios. En libro La historia de la redención, pág. 19, leemos que Dios ha hecho las leyes que ha promulgado iguales a si mismo. Luego, en El Deseado de todas las gentes, pág. 215, leemos lo siguiente concerniente a la Ley de Dios: "... los preceptos del Decálogo son tan inmutables como el trono de Dios". Son una viva expresión de su carácter. De manera que cuando contemplamos y estudiamos la Ley de Dios, estamos estudiando el carácter mismo de Dios. En el lugar santísimo del santuario nos ponemos en relación directa con la Ley de Dios porque allí se encuentra dentro del Arca como representación del carácter de Dios y como norma divina de conducta. En Eclesiastés 12:13 y 14 tenemos la siguiente declaración: "El fin de todo el discurso que has oído es: Teme a Dios y guarda sus mandamientos, porque esto es el todo del hombre. Pues Dios traerá toda obra a juicio, juntamente con toda cosa oculta, sea buena o sea mala ". El apóstol Santiago dice claramente: "... porque cualquiera que guarda toda la Ley, pero ofende en un punto, se hace culpable de todos, pues el que dijo: 'No cometerás adulterio', también ha dicho: 'No matarás'. Ahora bien, si no cometes adulterio, pero matas, ya te has hecho transgresor de la Ley. Así hablad y así haced, como los que habéis de ser juzgados por la ley de la libertad" (Santiago 2: 10-12). Si, hay un castigo para la transgresión de la Ley, y ese castigo es la muerte. Dios declara : "El alma que peque, esa morirá" (Ezequiel 18 :4). Según vamos leyendo las Escrituras, nos damos cuenta de que esta verdad se enfatiza en muchos otros versículos, como por ejemplo: ".., porque la paga del pecado es muerte" (Romanos 6: 23) y "... por cuanto todos pecaron" (Romanos 3: 23). Ante la Ley de Dios, todos aparecemos como pecadores. Esto nos trae de vuelta a la consideración del problema del pecado, ¿verdad? En vista de que todos hemos pecado, ¿cómo será posible que Dios separe nuestros pecados de nosotros para que podamos ir al cielo a vivir con Jesús, en lugar de morir por causa de nuestros pecados tal como lo exige la Ley? Para conseguir la respuesta, regresemos al santuario y descubramos cuál sea el primer paso en este proceso de obrar una separación entre el pecado y el pecador. Es una obra que se realizaba en el atrio del santuario. Dios describe lo que se efectuaba allí: "Si alguna persona del pueblo peca involuntariamente, cometiendo una falta contra alguno de los mandamientos de Jehová en cosas que no se han de hacer, es culpable. Luego que se le dé a conocer el pecado cometido presentará como ofrenda una cabra, una cabra sin defecto, por el pecado que cometió" (Levítico 4:27, 28). ¿Qué hacía el pecador después? "Pondrá su mano sobre la cabeza de la ofrenda de expiación y la degollará en el lugar del holocausto. Luego el sacerdote tomará con su dedo de la sangre, la pondrá sobre los cuernos del altar del holocausto y derramará el resto de la sangre al pie del altar. Después le quitará toda su grasa, de la manera que le fue quitada la grasa al sacrificio de paz y el sacerdote la hará arder sobre el altar en olor grato a Jehová. Así hará el sacerdote expiación por él, y será perdonado (vers. 29-31). ¿Cómo se llevaba a cabo esto? Leamos los versículos 5 y 6 de este mismo capítulo: "Después el sacerdote ungido tomará parte de la sangre del becerro y la traerá al Tabernáculo de reunión". De modo que el sacerdote lleva esta sangre dentro del santuario. "Mojará el sacerdote su dedo en la sangre, y rociará con aquella sangre siete veces delante de Jehová tiente al velo del santuario". Volvemos una vez más a toparnos con los tres requisitos que habían de cumplirse. Imaginémonos a un hombre que ha pecado; ha quebrantado la Ley y merece morir por su pecado. Pero Dios no quiere que él muera; por lo tanto, el Espíritu Santo le convence de su pecado. El hombre se arrepiente y acude al Señor en busca del perdón. No quiere morir, sino vivir. Cree en Cristo y le acepta como su Salvador. Dios en su infinita misericordia ha provisto una manera mediante la cual el pecador puede estar libre de culpa ante él, como si nunca hubiera pecado. Pero el pecador debe seguir fielmente el plan divino para hacerse merecedor de dicho perdón y ser separado de su pecado. En primer lugar, ha de traer un cordero al atrio del santuario como holocausto. Luego, el pecador ha de poner sus manos sobre la cabeza del cordero y confesar su pecado. Al hacer esto, transfieren su pecado sobre el cordero, el cual se convierte en su sustituto. Después toma el cordero, lo coloca sobre el altar de sacrificio y con un cuchillo él mismo degüella la víctima inocente. De este modo, en vez de morir él mismo por su propio pecado, el cordero muere en su lugar. Luego, la sangre se vierte en una vasija. El sacerdote lleva la sangre dentro del lugar santo del santuario y la rocía delante de la Ley. Tal vez nos preguntemos por qué era necesario llevar la sangre dentro del santuario. La razón es que la sangre representa la vida de la víctima. Recordemos que en Levítico 17:11 dice claramente: "... porque la vida de la carne en la sangre está". Y es necesario que se ofrezca la vida de la víctima inocente ante el Señor y su Ley para cumplir con este requisito. Entonces, en vista de que el culpable ha transferido su pecado al cordero, el sustituto ahora lleva la carga de culpa y debe morir por causa del pecado que fue transferido sobre él. ¿No habrá otra manera mediante la cual Dios pueda retirar el pecado de nosotros? ¡Definitivamente no ! Dios ha declarado que "sin derramamiento de sangre no hay remisión" (Hebreos 9:22). ¿Estamos analizando esto detenidamente? Que quede claramente establecido que el sustituto tiene que morir. ¿ Y quién es la persona que debe degollar el sustituto? ¡El pecador mismo, porque es su propio pecado lo que hace necesaria la muerte de la víctima! Veamos la realidad de este plan de salvación. ¿Qué representa el cordero? Juan el Bautista explicó esto en lenguaje inconfundible cuando Jesús vino a él para ser bautizado: "¡ Este es el Cordero de Dios, que quita el pecado del mundo !" (Juan 1:29). Y esta es la razón por la cual Jesús vino al mundo. Vino a salvarnos, a morir por nosotros. Ahora se nos hace posible entender que debido a que el pecado acarrea la muerte, yo debo morir, o debe morir un sustituto por mi propia mano. Esta es, pues, la lección básica que aprendemos al estudiar el método que Dios emplea para separar o apartar el pecado de nosotros. Permítaseme, por favor, representar una vez más la escena de un pecador que toma un cuchillo en la mano y degüella la víctima inocente. Venid conmigo y observad cómo el cordero se estremece y muere. El inocente muere por el pecador; muere por causa del pecado de otro. Luego, mirad con los ojos de la fe al Cordero de Dios. Contemplad a Jesucristo el Cordero agonizando sobre la cruz del Calvario por causa de nuestros pecados. Recordad lo que escribió San Pedro: "Él mismo llevó nuestros pecados en su cuerpo sobre el madero, para que nosotros, estando muertos a los pecados, vivamos a la justicia. ¡Por su herida habéis sido sanados!" (1 Pedro 2:24). ¿ Qué ocurrió con aquel cordero que fue puesto sobre el altar? Pues, ¡murió! ¿ Cuál fue el efecto de nuestros pecados sobre Jesús en el Monte Calvario? Fueron la causa de su muerte. ¡Nosotros mismos fuimos los que le quitamos la vida al Señor Jesucristo! Millones de personas saben que el Calvario fue un suceso verídico. Les gusta viajar a la "Tierra Santa" y visitar el lugar donde Cristo murió. Sin embargo, muy pocos se dan cuenta de que fue su pecado lo que llevó a la cruz al Cordero de Dios. Nunca han comprendido las siguientes palabras del profeta Zacarías: "Mirarán hacia mí, a quien traspasaron" (Zacarías 12: 10). ¿Haz ido por fe al Calvario donde Cristo murió en tu lugar a causa de tus pecados? Dime con franqueza, ¿no te has sentido culpable por la muerte de Cristo? ¿Te has imaginado alguna vez a Cristo, tu Sustituto, muriendo en. tu lugar sobre la cruz? El relato de uno de los funerales más tristes que me haya tocado dirigir nos ayudará a comprender los resultados de la muerte de Cristo en la cruz. En el ataúd reposaba el cuerpo de un niño muy pequeño, único hijo de sus padres. Había muerto en un accidente causado por su padre quien ignoraba que su hijito le había seguido hasta el garaje de la casa. Cuando el padre hizo retroceder el carro, atropelló al niño matándolo al instante. Aunque fue un accidente, a mí se me hace dificil describir el dolor que observé en el rostro de aquel padre. Cuando meditamos sobre el Calvario, no podemos menos que ver a Cristo el Cordero padeciendo la muerte que en realidad nos tocaba a nosotros. Sabemos por seguro que su muerte no fue un accidente porque fue causada por nuestros malditos pecados. El ver a Cristo morir sobre la cruz como nuestro Sustituto, llevando sobre si nuestros pecados, nos ayuda a entender mejor el significado del Calvario. No podemos menos que exclamar, "Dios santo, ¿es esto lo que yo le he causado a tu querido Hijo? ¿Es este el precio pagado por mi salvación?" Decidme, si aquel padre que accidentalmente mató a su amado hijito algún día tuviese otro hijo, ¿ pensáis que él tendría más cuidado en el futuro cuando saque su auto del garaje? Podéis estar bien seguros de que el nunca querrá que se vuelva a repetir una tragedia semejante. Asimismo, cuando nosotros visitamos el Calvario en alas de nuestra imaginación y vemos a Jesús entregando su vida en nuestro lugar, crucificado por nuestros pecados, se nos rompe el corazón. Es porque nos damos cuenta de que fue nuestro pecado lo que lo llevó a la cruz, y no queremos que este pecado se vuelva a repetir. No podemos menos que exclamar. "Dios mío, quita de mi este pecado, y permite que el Calvario me infunda tal odio por el pecado que yo jamás quiera volver a pecar". Es sólo mediante Cristo que el pecado puede ser separado del pecador. "Dios proveerá el cordero para el holocausto, hijo mío" (Génesis 22: 8)
Bienaventurado el que lee, y los que oyen las palabras de esta profecía, y guardan las cosas en ella escritas; porque el tiempo está cerca (Apocalipsis 1:3).
Gustavo Krumm / Una Voz Sin Fronteras (Sun, 1 Jan 2006 15:13:59)
Tuesday, January 03, 2006
• UNA VOZ SIN FRONTERAS DESDE EL 2,006
La paz y la verdad de nuestro amado Señor Jesús sea con todos los visitantes de estas paginas del blogger.
Con gozo, deseamos anunciar que a partir del presente mes de enero, contaremos con lo principal de la serie de mensajes publicados por el ministerio amigo "Una Voz Sin Fronteras"; ministerio laico compuesto por hermanos comprometidos con la solemne obra del último mensaje de misericordia para este mundo: "El mensaje de los 3 ángeles".
Deseamos de todo corazón que la contribución de dicho ministerio que será presentado aquí, sirva para la edificación espiritual de todas las personas que visitan estas páginas del internet, y aun de otras mas en los 4 puntos cardinales, para quienes este último mensaje debe llegar como hojas de otoño tal como lo señaló la profecía: A toda nación , pueblo, tribu y lengua.
Nota.- Suplicamos revisar este enlace: Agenda y Eventos en esta página se agregarán los anuncios importantes publicados por "Una Voz Sin Fronteras"